Porque yo, individuo único, no por capacidades superiores al resto, sino por individuo único por diferencia con los demás, tengo el anhelo de sentir que mi valía no está ligada a las opiniones ajenas.
¿Soy, acaso menos valioso porque un tercero ejerce sobre mí sus viles descalificaciones de la forma que le parezca oportuna?
¿Hasta qué punto debo soportar dichas descalificaciones?
La respuesta es que nunca.
Nunca debemos permitir que atraviesen nuestra coraza, representada por nuestra razón, nuestro sentido crítico, para interpretar su origen y evaluar su veracidad.
Aunque dándose el caso, pues la actitud de los demás no depende de nosotros de ninguna forma, ni debemos responsabilizarnos, ni podemos hacerlo, de las conductas de los demás, aunque podamos ser la causa, pues recae en los demás el libre albedrío de actuar.
Aunque podríamos debatir si existe libre albedrío, asumimos, en pos de la narrativa que nos posee a todos los individuos.
De esta forma, ante respuestas inadecuadas, buscando desacreditar o atacarnos, debemos no dar respuesta positiva alguna, y si nos es posible, tomar distancia al respecto.
Aun así nuestra armadura debe estar ajustada e impedir que dichos insultos se propagan en nuestra alma, de forma que esta sea emponzoñada.
Alejarse, tomar distancia, Y que dado el caso, dejar que la reflexión sacuda al individuo que profesa dichas opiniones, y tenga la oportunidad de resarcir sus palabras.
No es posible aceptar una alternativa a esta, pues debemos mostrarnos impasibles ante quien nos falta al respeto.
Date valor, valorate por lo que eres, lo que fuiste, y lo que serás. Que no sean los demás los que te creen tu autoconcepto.
Ya conoces el dicho, “más vale solo que mal acompañado”.