Sobre la virtud

La virtud. Ese ideal aspirable para los hombres y mujeres.

Para Platón, existían cuatro virtudes:

La prudencia, o capacidad de discernir la acción apropiada en una situación y momento determinados.

La fortaleza, o coraje, resistencia y capacidad de aceptar un miedo

La temperancia, o moderación, autocontrol o sensatez.

Y la justicia, equidad o rectitud.

Sin embargo, durante la historia el concepto de virtud ha trascendido de muchas formas. Desde el antiguo Egipto, pasando por el imperio romano o las religiones como el islam, el cristianismo o el budismo.

La virtud ha trascendido, aunque no su significado intrínseco. La virtud es la excelencia moral.

A lo largo de la historia el concepto de virtud ha guiado a los hombres y mujeres en pos de una moral, de hacer el bien, y de convertirlos en buenos.

Sin embargo, la virtud es en cierta medida difícil de conseguir, pues es necesario ona dedicación previa, una introspección para conocer cuáles son los valores morales que uno mismo debe adoptar, establecer cuando hacerlo y con sus posibles o no excepciones.

Es fácil caer en la vía de la no-virtud. Los caminos rápidos y atajos, trampas. El camino de la no-virtud está a la mano de todos. Juzgar al prójimo o no pensar en las consecuencias de nuestros actos antes de actuar es, a veces fácil, una tentación por decirlo así.

Claro que el bien, lo es por sí mismo. Esto significa que no hay una recompensa externa cuando somos virtuosos. La única recompensa es la gratificación de estar en el camino de la virtud y del bien.

Y aquí la cuestión. La virtud es una cualidad a la que aspirar de forma interna, porque la búsqueda del bien es el fin último que nos lleva hacia la felicidad.

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