Los tatuajes. Marcas de tinta en la piel que representan momentos, experiencias, ideas o ideales.
Un arte en sí mismo.
No es mi propósito hablar aquí del apartado gráfico de esta disciplina artística, la cual es a mis ojos un regalo para la vista, equiparable a las obras de arte.
Porque sin duda son obras de arte.
El tatuaje cambia el lienzo por la piel, y las pinturas y pinceles por tinta y agujas.

Lo que me inquieta de los tatuajes es que por su composición y definición, son inmutables en el tiempo, al menos hasta cierto punto.
Y esta es la premisa sobre la que voy a construir.
Llevo algún tiempo apreciando el auge de los tatuajes, en mi círculo cercano y en las redes. En la gran mayoría de ocasiones, por lo menos a mí, muchas de estas personas aducen a las razones del tatuaje a la parte gráfica, visual, sin mayor trascendencia que disfrutar de este arte.
Y es cierto, que por lo que he observado, en muchas ocasiones, la decisión de tatuarse o no, es a mi parecer poco meditado, contando con la trascendencia del acto en sí. Sin embargo, cada individuo es un mundo, y cada cual necesita un tiempo de reflexión mayor o menor.
Por otra parte, muchas otras, se tatúan símbolos de ideologías, ideas o ideales.
Y son estas últimas las que están en el foco de mi atención.
Es importante matizar que no es el hecho de poder o no estar de acuerdo con tales ideas. Esto es irrelevante en un principio, pues es mi propósito criticar el hecho en sí.
Desde mi punto de vista, estos tatuajes conllevan cierto peligro implícito por el apego que producen en la persona por tal ideal.
El hecho de cuestionar una idea propia, genera un nivel de disonancia cognitiva proporcional a lo profunda que sea dicha idea.
Un ejemplo. La disonancia cognitiva de cuestionar que deberíamos comer más verduras no está al mismo nivel que la disonancia cognitiva de cuestionar la creencia o no en un dios.
Con un tatuaje de una idea o ideología, reforzamos enormemente nuestra creencia en tal idea o ideología al haberlo tatuado en la piel de por vida, y por tanto, nos generará más problemas el hacer una crítica a tales ideas.
La disonancia creada ante el cuestionamiento es la misma, pero la cantidad total para aceptar que podríamos estar errados es superior.
¿Cómo, en un futuro, podríamos cuestionar tal idea o ideología si la tenemos tatuada en la piel de forma imperecedera?
La cantidad de disonancia cognitiva debería ser abrumadora.
Y esto conlleva un problema. ¿Cómo puedes debatir con una idea que tiene sus ideales grabados en la piel?
Este individuo va a ser mucho más difícil que pueda aceptar un error en su argumentación, ya sea grande o pequeño. Va a existir un sesgo hacia el ideal del tatuaje, dificultando un debate, ya sea externo o interno.
Mi gran temor es no ser capaz de cuestionar las ideas, creencias e ideales propios o ajenos. Pues no estoy seguro de nada, y lo que hoy es verdad, mañana puede no serlo. Por tanto, todo está a merced del cuestionamiento.
¿Cómo podemos estar seguros de que lo que nos tatuemos hoy, con la mayor de las convicciones, no cambie en un mañana?