Polarización y ceguera: el desafío electoral

Nos acercamos a las fechas electorales. Yo, pese a mis convicciones en contra del proceso electoral y falsa democracia a mi parecer, no me decanto por ninguna posición política.

Todas las fuerzas políticas cuentan con puntos positivos y otros negativos. No por ello, mi apoyo se adjudicará a uno en particular.

Desde el punto de vista filosófico utilitarista,fundado por el filósofo Jeremy Bentham y desarrollado por John Stuart Mill, mi apoyo residirá en aquel que, según mi propio criterio, sea de más utilidad para aquel grupo al cual pretenda gobernar. Por tanto, dicho apoyo no reside en ideologías, sino en pensar de forma crítica y racional, sin dejarse llevar por viejas sendas, influenciado por el círculo cercano u otros.

Sin embargo, encuentro una falta de espíritu crítico desde el cual, siendo condición sine qua non, debe guiarse la elección de una o otra fuerza política.

Observo a la gente con la que tengo trato con una fuerte polarización, incapaces de salirse de la seda establecida, ya sea bien por ellos mismos o que los demás le han impuesto, pues se han identificado con una ideología política, y como he expuesto en pasadas ocasiones, una vez identifican una parte de su persona con una idea, existen mecanismos cognitivos que justifican dicha idea de forma intensa, siendo difícil encontrar un lugar para la crítica. 

Además encuentro clasificaciones generales que rigen la siguiente estructura “ el que no piensa como yo es un ______ y por tanto su ética y moral no es correcta. Por tanto, es una mala persona” .  Puedes sustituir el hueco por “comunista”, “radical”, “facha”, “de derechas” y un largo etcétera. Se aplica a todas las ideologías y partidos políticos.

Claro, desde dicha perspectiva nunca podemos organizar una negociación clara, pues ¿cómo pactar o debatir con alguien a quien consideramos que está rozando la maldad?

A esto le sumamos que somos incapaces de ver la realidad, o mejor dicho las diferentes realidades, desde el prisma del otro, incapaces de quitarnos nuestras propias gafas y ponernos las gafas ajenas, entendiendo el porqué de sus razonamientos y pensamientos.

Por si fuera poco, nos enrocamos en nuestra posición, dando alas a su alimentación, cual monstruo en nuestro interior, hasta que la propia magnitud del mismo nos engulle.

Tal como decía el cómico Ignatius Farray: “el bicho que se devora a sí mismo”.

No es fácil salir de la rueda, y observar los diferentes mundos que cohabitan, y tener una opinión crítica y objetiva, desde el punto de vista platónico, pues es imposible la plena objetividad.

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