Sueñas con volver a ver la puesta de sol.
Sueñas con atravesar el cristal de sus ojos con tu mirada y encontrarte frente a su alma.
Sueñas con los besos y caricias en aquella tarde de la Toscana.
Sueñas con que los momentos juntos sean eternos.
Pero ya no está
Te levantas y corres hacia el horizonte. Tus piernas te fallan.
Gritas.
Gritas hasta que la voz se rompe.
Lo vas a hacer.
Aunque sabes que no es posible, lo hiciste.
¿Quién son ellos para marcar el destino? Nadie.
Corre. Corre hasta el mismísimo fin del mundo para decirle lo que sientes.
Sufres un dolor y una angustia insoportable.
Ardes por dentro.
Pero sigues corriendo.
Allí está.
La noche acecha, pero la estrella se mantiene firme sobre el horizonte mientras ilumina el acantilado frente al mar que antaño fue un lugar especial.
Allí está. Lo ves.
Gritas.
No hay palabras.
Vuestras miradas se funden con el ocaso.
Te dispones a darle lo que necesitas, pero te quedas en blanco.
Las miradas encontradas.
Las almas conectadas.
Sientes un dedo en tus labios y tus palabras son engullidas por una fusión en un beso infinito.
El último rayo de sol ilumina vuestros rostros fundidos entre lágrimas y un beso eterno.
No han hecho falta palabras.