Se ha estrenado una nueva temporada de la serie “Black Mirror” en Netflix. Aprovechando el suceso, me dispuse a ver de nuevo esta maravillosa serie.
Black Mirror es una serie que trata profundos aspectos filosóficos, éticos y morales de diferente índole. Plantea situaciones que realmente te invitan a pensar acerca de la pregunta “¿Y si pasara en realidad?”, y la respuesta te implica emocionalmente, empatizando y pensando qué pasaría si fueras el protagonista del capítulo.
Sin embargo, en el presente artículo me centraré en el capítulo llamado “caída en picado”.
En él se narra una sociedad que puntúa a las personas entre 0 y 5 estrellas, resultado de las valoraciones de los encuentros con los demás individuos.
Se plantea que las personas con alta puntuación obtienen diferentes beneficios, como descuentos para las hipotecas, mientras que aquellos con baja puntuación son relegados al estado de personas de baja calidad.
El capítulo, estrenado en 2016, y pese a ser una revisión del mismo, me impactó sobremanera. Cada nuevo suceso, mi mente no parecía extrañarse, aunque racionalmente me parecía una locura.
Y es que el parecido con mi mundo percibido, sorprendentemente, no se distanciaba en demasía.
En la sociedad descrita en el capítulo, se podía apreciar una falsedad patente, una falta de sinceridad en pos del afán de agradar a los demás.
El clasismo absurdo, que tan claramente diferenciaba, era además el caldo de cultivo para la abismal diferencia entre ellos.
Parte de nuestra sociedad mide el éxito en números. De seguidores, likes o compartir. Por ello, y siguiendo la lógica, maximizan aquellos comportamientos dados a un incremento de estos frente a disminuir aquellos que lo perjudican.
Esta sociedad, a la cual le importa cada vez más la estética, e intenta ser cada vez más cercana a la imagen que cada uno tiene de sí mismo idealizada, empieza por las cirugías estéticas, los retoques y en definitiva, en la no aceptación del self, resultando en una careta o máscara que intenta esconder aquello que no creen digno de mostrar, apareciendo ante el público cuál seres perfectos, pero que debido a su naturaleza humana, no les es posible. Y entonces aparece la frustración.
De forma consecuente y a nivel general, se implanta en la sociedad un baremo que aparenta ser universal, de lo deseado frente a lo indeseado, de lo bueno frente a lo malo, incluso de lo moral frente a lo inmoral, donde todos aquellos que no lo alcanzan, bien de forma intencionada y por voluntad, o bien, son seres acomplejados por no poder satisfacer los cánones imperantes.
Ahora, cuantos más seguidores o likes ostenten, mayor parece ser tu valía personal, apareciendo oportunidades y facilitando la vida.
A mi parecer, nos estamos imponiendo unas exigencias no nacidas de los individuos, cortando las alas a lo único, lo raro, lo extraño, para hacerlos encajar en un molde.
Estamos creando unas futuras generaciones preocupadas en demasía por lo estético y potenciando exageradamente la necesidad de pertenencia, marcando un cambio, en lugar de que cada uno de nosotros construya el propio.
Recobremos la consciencia propia, permitámonos ser, sin pensar en cómo los demás nos perciben, mostrando nuestras imperfecciones y creando nosotros mismos el molde donde queremos encajar.