Hoy pretendo escribir sobre algo que ha sucedido esta misma tarde. Resulta que andaba yo en uno de mis paseos, cuando me he embarcado con una discusión con el abogado del diablo, acerca de la importancia de la ciencia. Al terminar la conversación, mi interlocutora me ha confesado que estaba profesando la ironía y enfrentándome conmigo mismo.
Pero en mi cabeza, he podido seguir con la discusión conmigo mismo.
La ciencia es la nueva religión.
Este es el punto de partida.
Las sociedades occidentales, modernas, se guiaban por la religión desde tiempos inmemoriales, pues sus habitantes están siempre sedientos de comprender por qué pasan las cosas. Porque suceden las desgracias, que hay después de la muerte. Hasta ahora, este lugar lo había ocupado predominantemente la religión.
Pero esta se ha quedado con explicaciones ambiguas e inexactas. Y es la ciencia quien ha rellenado dichos huecos a pesar de no tener explicaciones para todo, de momento.
Aunque la ciencia es muy improbable que sea capaz de explicar todo nuestro universo, pues no sé si la longevidad de la humanidad será de tal calibre, sí que es capaz de explicar con mayor exactitud muchos de los fenómenos.
Algunos de ellos, como catástrofes, atribuidos anteriormente a dioses, se sabe ahora a que se deben.
Sin embargo, pese a la importancia de la ciencia, la pregunta es la siguiente.
¿Hemos caído en la dictadura de la ciencia?
¿Hemos cambiado sacerdotes con sotana blanca por científicos con bata blanca?
¿Qué implicación tiene la ciencia en nuestra vida?
En el próximo artículo lo descubriremos.