Hipótesis de la Simulación e Implicaciones Filosóficas

La hipótesis de la simulación sostiene que la realidad que percibimos podría ser una simulación en lugar de una realidad objetiva. Nick Bostrom presentó esta idea en 2003, planteando el «trilema de Bostrom», que propone tres supuestos:

  1. «La proporción de civilizaciones humanas que alcanza una etapa posthumana (capaces de ejecutar simulaciones de alta fidelidad) es cercana a cero.»
  2. «La proporción de civilizaciones posthumanas interesadas en simular su historia evolutiva o variaciones de la misma es muy cercana a cero.«
  3. «La proporción de personas con experiencias similares a las nuestras que viven en una simulación es muy cercana a cero.«

Bostrom utiliza probabilidades para argumentar que si se cumplen estos supuestos, aumentan las probabilidades de que vivamos en una simulación. Si los tres se cumplen, la probabilidad de que vivamos en una simulación es alta, aunque no es una certeza absoluta.

Esta teoría está relacionada con el solipsismo, una posición filosófica que sostiene que sólo la propia mente o el yo pueden ser conocidos con certeza. Ambas ideas también se conectan con el experimento mental del «cerebro en una cubeta», que ilustra cómo nuestra realidad podría ser simulada por un ente superior.

Podemos imaginar la simulación como el videojuego «Los Sims», donde creamos y guiamos a personajes ficticios en su realidad simulada. Los avances en inteligencia artificial han reavivado el interés en esta teoría filosófica.

Si cumplimos los supuestos de Bostrom y viviéramos en una simulación, nos enfrentararíamos a implicaciones de diversa índole.

Dada nuestra condición de habitantes de una simulación, dotándonos únicamente la certeza de nuestra propia identidad, como ya planteó el filósofo René Descartes en su problema del “genio maligno”.

La religión y la espiritualidad se enfrentarian a una realidad sin precedentes. Y es que tendrían que lidiar con la idea de unos seres creadores, con los dioses a los que adoran actualmente. La adaptación de mitos y leyendas, tradiciones y leyes se convertiría en un imperativo, y aun así quedaría la cuestión de cómo vivir, según las diferentes religiones con diferentes dioses, a la nueva “realidad” de la simulación.

Deberíamos enfrentarnos, por primera vez, a la incertidumbre más absoluta, al abismo más oscuro, pues deberíamos cuestionar nuestra propia libertad, consciencia y libre albedrío. Deberíamos cuestionar cuanto nos rodea, pues no estaríamos seguros de las leyes de la física, y por ende, del mundo, reinterpretando este a través del nuevo prisma.

La pregunta fundamental es, estamos programados para actuar, pensar y vivir de una determinada forma, dentro de ciertos parámetros, ¿o realmente nos han dotado de libre albedrío?

En el caso de no tener libre albedrío, ¿qué responsabilidad ética y moral podemos asumir como seres programados?

Es más. Si estuviéramos dentro de una simulación, ¿las reglas del juego serían diferentes para con los demás?

Siguiendo la anterior argumentación, podríamos aducir que ante la simulación, donde no habría dolor, sufrimiento o muerte real, sino que todo sería producto de simulación creada por unos seres superiores, y por tanto, por muy real que lo pudiéramos sentir no sería así.

Siguiendo la premisa, ¿cómo deberíamos tratar a los demás seres sintientes? ¿A nuestro planeta tierra? ¿A nuestros iguales?

Aunque aún no tenemos la capacidad tecnológica para crear una simulación, los avances nos acercan a esa posibilidad. Es posible que, algún día, nos demos cuenta de que vivimos en nuestra propia simulación.

Sin embargo, el modelo de Bostrom no está exento de críticas. Las más relevantes, a mi parecer derivan del nivel de recursos necesario para simular un universo con el nivel de detalle suficiente para engañar a los seres que lo habitan puede exceder de lo que cualquier civilización posthumana pudiera lograr.

Otra crítica, referente está a la consciencia, pues algunos filósofos argumentan que la consciencia no es replicable de forma computacional, lo que imposibilita la creación de seres conscientes en una simulación.

Así pues, las limitaciones éticas, pues crear una civilización consciente y sintiente rompe una serie de supuestos éticos y morales, los cuales las sociedades posthumanas deberían haber superado.

Por supuesto, la teoría de la simulación no es infalible. 

Nos encontramos en la vorágine del debate, y más teniendo en cuenta las recientes investigaciones en inteligencia artificial, como ChatGPT basado en GPT-4, que aunque de momento son IA’s generativas, han abierto una puerta que no se creía posible. 

¿Quién sabe qué nos deparará el futuro?

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