Vivimos en la era digital, la era de lo inmediato. Rellenamos el tiempo sobrante de nuestros quehaceres diarios, sin tiempo para la contemplación, la reflexión o el pensamiento.
Tal vez, de forma automática, derivado de la adquisición de hábitos por repetición, ni siquiera somos plenamente conscientes.
Las plataformas del entretenimiento hacen bien lo que hacen, cautivándonos cuál cantos de sirenas.
Pero tal como hizo Ulises, debemos hacer caso omiso, o tener los mecanismos para no ser atrapados.
No dejan de ser una herramienta, pues nos distraen y relajan. Pero cuando perdemos el control, pasan a ser una adicción.
Y es que desdeñamos el papel que tiene el aburrimiento, el no hacer nada. La creatividad nace, precisamente, en estos momentos donde nos permitimos divagar, no pensar, para paradójicamente estar en el mejor estado para hacerlo.
Debemos usar los pasatiempos de una forma útil, sabia e inteligente. No dejar que ellos nos usen a nosotros.
Nos encontramos ante una vorágine de tiempo libre que malgastamos inútilmente delante de cualquier pantalla. La media española es de 2 horas diarias frente a las redes sociales, 14 horas semanales, o 30 días al año.
Me siento realmente abrumado por el dato. Con la cantidad de tiempo desperdiciado de forma vacua en busca de dopamina instantánea, en esta era de lo rápido, inmediato.
Párate y responde a la siguiente pregunta: ¿podrías aprovechar, al menos en parte, este tiempo para llegar a otro punto que a largo plazo sea más gratificante?
Tal vez ese proyecto que siempre has deseado hacer, esos libros rezagados o ese curso que siempre te ha apetecido.
¿Ves la diferencia? Por una parte, el uso del tiempo en cosas que a los cinco minutos de dejar se pierden en la memoria, tal vez por su vacua importancia.
Por otra parte, la dedicación a uno mismo, el desarrollo de habilidades o creación de proyectos.
La reflexión me lleva a que, en parte, este derroche de tiempo viene por la idea de que la muerte está muy lejos, de que todavía tenemos tiempo para hacer todo aquello, y no hace falta apresurarnos.
La falta de noción de “tiempo irrecuperable”, como dice la expresión, es tiempo que nunca vuelve.
Y es el tiempo, el recurso más valioso que dispone el individuo. Porque a diferencia de otros recursos materiales, o intangibles, como el dinero, las cosas físicas, los estados de ánimo, el tiempo pasado es irrecuperable.
El sentido del tiempo es el verdadero regente del mundo y la vida humana.
Y sinceramente, aprovechar el tiempo es una tarea que nos debemos como seres humanos, como individuos con alto potencial, tal como describe Aristóteles ya en la Grecia clásica, e irnos de este mundo sin conocer quién somos, dónde están nuestros límites y sin explotar ni descubrir nuestro potencial, es el insulto más grave que nos podemos lanzar a nosotros mismos.